Ataúd I - José Rui Teixeira

Ataúd I


Mecemos excesivamente a nuestros muertos, me decías.

Mecemos excesivamente a nuestros muertos, me decías.
Sus ojos negros, acuáticos, misteriosamente
náufragos del tiempo como momias de niños
enfermos del amor de los padres o árboles erguidos,
ensimismados en su propia soledad.
Yo también me demoro observando tu desnudez,
sin olvidar que también tú morirás un día.


Háblame secretamente de las magnolias, del modo

Háblame secretamente de las magnolias, del modo
en que caen los pétalos sobre la tierra en los últimos días
Los que no saben de la súbita dulzura de las mañanas,
recogen silenciosamente fragmentos de la luz de marzo.
Mas tú nunca caminas sobre el trigo, ni asistes
a la devastación de un amor mayor que la muerte.
Derramarás tu sangre en la tierra incendiada,
para que lloren las flores el ineludible desecho del invierno.


Mecemos excesivamente a nuestros muertos.

Mecemos excesivamente a nuestros muertos.
Descarnamos sus huesos como si nos ardiesen
las puntas de los dedos y ladrillos dorados
nos aplastasen los pliegues de las manos.

Me detengo en los silencios descosidos

Me detengo en los silencios descosidos
de tu ropa interior, en la extrema soledad
que anochece en la tundra contra la forma
esférica del cielo de la boca o lenguas de fuego
sobre nuestras cabezas.

Serás como el fin del mundo en una caja
a los pies de la cama o la suspensión
demorada del crepitar de las ausencias.


Hubo un tiempo en que desconocía el miedo.

Hubo un tiempo en que desconocía el miedo.
Dios todavía amaba a los hijos de los hombres
cuando, años después, dejó de llover.
Se te cayó un libro de las manos como un presagio.

Es verdad que aún espero el rumor blanco de las planicies
la superficie de la mañana, tu boca como el estío.

________________________

Índigo, de las imágenes de estas piezas escultóricas de Block tomadas en la Galería Vivendi, Place des Vosges, Paris, y de esta traducción (dedicada in memoriam a mi abuela) de Ataúde, de José Rui Teixeira, que inicia su libro titulado Diáspora, y que figura a continuación en portugués. Gracias infinitas a José por el extraordinario regalo que supone leer sus bellísimas letras en portugués, y el estimulante desafío de intentar trasladarlas al castellano:

Ataúde - I


Mexemos excessivamente nos mortos, dizias-me.

Mexemos excessivamente nos mortos, dizias-me.
Seus olhos negros, aquáticos, misteriosamente
náufragos do tempo como múmias de crianças
enfermas do amor dos pais ou árvores paradas,
ensimesmadas sobre a sua própria solidao.

Ainda assim observo demoradamente a tu nudez,
sem esquecer que tambén tu morrerás um dia.


Fala-me secretamente das magnólias, do modo

Fala-me secretamente das magnólias, do modo
como caem as pétalas sobre a terra nos últimos días.

Os que não saben da súbita brandura das manhãs,
recolhen silenciosamente fragmentos da luz de março.
Mas tu nunca caminhans sobre o trigo, nem asistes
à devastaçao de um amor maior que a morte.
Derramarás o teu sangue na terra incendiada,
para que chorem as flores o iniludível desfecho do inverno.


Mexemos excesivamente nos mortos.

Mexemos excesivamente nos mortos.
Descarnamos seus ossos como se nos ardessem
as extremidades dos dedos e ladrilhos dourados
nos pesassen sobre as reentrâncias das mãos.


Detenho-me nos silencios descosidos

Detenho-me nos silencios descosidos
da tua roupa de dentro, na extrema solidão
que anoitece a tundra contra a fome
esférica no céu da boca ou línguas do fogo
sobre as nossas cabeças.

Serás como o fim do mundo numa caixa
aos pés da cama ou a suspensão
demorada no crepitar das ausênsias.


Houve um tempo em que eu desconhecia o medo.

Houve um tempo em que eu desconhecia o medo.
Deus ainda amava os filhos dos homens
quando, anos mais tarde, parou de chover.
Caiu-te um livro das mãos como um presságio.

É verdade que espero ainda o rumor branco das planícies,
a superficie da manhã, a tua boca como o estio.

José Rui Teixeira, Diáspora, Ediciones Cosmorama.

Comentarios

  1. Mi emoción se ha disparado,Indigo.Mis trazos son torpes para expresar en unos pocos lo que me producen tus letras y mis palabras se quedan cortas para decirte que me encanta pasar por tu espacio y estremecerme hasta el infinito.Te debo una charla larga y tendida.Un abrazo, amiga

    ResponderEliminar
  2. Impactante, emotivo, trascendente. Me quedo sin adjetivos. ¡Una belleza!
    Cuando quieras pasa por los míos, será un placer verte por allí.
    Un fuerte abrazo

    ResponderEliminar
  3. Palabras muy emotivas y que atrapan sin pensarlo, encierra un poco de tristeza pero no deja de ser hermoso.

    Abrazos y feliz fin de semana.

    ResponderEliminar
  4. Habita cada a palavra, um silêncio comovido. Triste e belo ao fazer da dor da ausência, poema.

    Um abraço

    ResponderEliminar
  5. Una gran escultura y magníficos poemas. Yo perdí a un hermano con 23 años en un accidente y uno de mis sueños recurrentes es que vuelve a casa como resucitado y siempre es un sueño de tono feliz. Yo tenía 16 años y no era muy consciente del significado de la muerte. Me acuerdo que uno de mis pensamientos cuando lo recordaba era que yo tenía que vivir mi vida y la suya, y trataba de imitarlo, era todo un modelo para mí.

    ResponderEliminar
  6. Qué delicia llenarse el alma de poesía.
    Sigue abriéndome nueva poesía.
    Abrazos fuertes.

    ResponderEliminar
  7. ...
    ...
    ...
    [sem plavras...
    ...
    ...
    ...


    [beijinho]

    ResponderEliminar
  8. Vengo a devolverte la visita.

    Una maravilla de blog, me quedo por aquí con tú permiso.

    ResponderEliminar
  9. ·.
    Por supuesto que las ilustraciones son preciosas pero... el texto que has seleccionado me parece una maravilla. Ya solo el título en sí ya es un poema completo.

    Un beso Nuria

    La Mirada Ausente · & · Cristal Rasgado

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entre la palabra y el silencio, el sosiego.

Entradas populares de este blog

Carta a Josefa, mi abuela, José Saramago

Los verdaderos poemas son incendios, Vicente Huidobro

Para ser Grande, Ricardo Reis

25 de abril, Sophia de Mello Breyner Andresen

Timidez, Cecília Meireles

La memoria y el mar, Amancio Prada